http://dx.doi.org/10.20986/resed.2023.4078/2023
EDITORIAL
¿CÓMO PREVENIR EL ABUSO DE OPIOIDES SIN DIFICULTAR EL ACCESO A LOS MISMOS DE AQUELLOS PACIENTES QUE LOS NECESITAN?
HOW TO PREVENT THE ABUSE OF OPIOIDS WITHOUT HINDERING ACCESS TO THEM FOR THOSE PATIENTS WHO NEED THEM?
Alicia Alonso Cardaño
Coordinadora del Grupo de Trabajo de Opioides de la SED. Anestesiología. Unidad de Dolor. Complejo Asistencial Universitario de León, España
Siendo el opio conocido por sus propiedades medicinales y analgésicas desde varios siglos a. C., la historia más reciente ha mostrado cómo la “epidemia opioide” de Norteamérica se ha convertido en una preocupación de salud pública de consecuencias sociales y económicas en algunos países (1). En los últimos veinte años el uso de opioides ha ido creciendo, coincidiendo con un aumento en la adicción y en la morbimortalidad asociada a los mismos.
En EE. UU. el incremento de muertes por sobredosis de opioides sucedió a finales de los años 90 con la introducción en el mercado de nuevos analgésicos derivados de los opioides por parte de las compañías farmacéuticas, asegurando que no producirían adicción en los pacientes, y así se comenzaron a recetar en grandes proporciones (2). La consecuencia fue un aumento del uso recreativo, y no medicinal, de estas sustancias (antes de que tuviéramos la certeza de que realmente eran adictivas) (3).
Europa, en su conjunto, parece haber sido menos afectada por la epidemia opioide. Sin embargo, ciertos estados de la Unión Europea han experimentado una tendencia ascendente de consumo de analgésicos opioides y muertes por sobredosis (4).
Todo esto ha llevado a desarrollar políticas sanitarias con estrategias similares en todos los países, encaminadas a prevenir el abuso de opioides y las sobredosis (5). Sin embargo, los gobiernos que han implantado medidas de control para obtener los mejores resultados en salud están encarando en la actualidad el dilema entre cómo prevenir el abuso de opioides sin dificultar el acceso a los mismos de aquellos pacientes que los necesitan (6).
En 2016, el Centers for Desease Control and Prevention (CDC) publicó una guía de prescripción de opioides para dolor crónico para ayudar a los médicos generalistas a valorar la relación riesgo/beneficio del tratamiento con opioides en dolor crónico. La publicación fue seguida de una respuesta acelerada en forma de reducción en la prescripción de todos los opioides y de aumento en las recetas de analgésicos no-opioides (7). La guía de 2016 supuso la irrupción de nuevas leyes, regulaciones y políticas sanitarias que contribuyeron a la aplicación de las recomendaciones al extremo (dosis recomendada y duración del tratamiento inflexibles), ocasionando algunos pacientes con dolor infratratado e incluso no tratado, reducciones rápidas de opioides, con interrupciones bruscas de tratamientos, aparición aguda de síntomas de abstinencia y conflictos psicológicos e ideación suicida (8).
Estos casos han servido para remarcar la necesidad de actualizar la Guía de Prescripción de Opioides, resaltando la importancia de un abordaje flexible e individualizado para cada paciente.
La nueva guía actualizada en 2022 ha modificado su nombre por el de Guía Clínica Práctica y está dirigida a médicos prescriptores de opioides en pacientes adultos con dolor, siempre en el entorno extra-hospitalario. Resulta interesante cómo ha ampliado el contenido a los episodios de dolor agudo (duración menor de 1 mes), dolor subagudo (entre 1 y 3 meses) y, por supuesto, dolor crónico (9).
La guía reconoce un papel fundamental de los opioides en el dolor agudo moderado-severo cuando los antinflamatorios no esteroideos (AINE) y otras terapias estén contraindicados o no sean suficientemente efectivos, iniciando opioides a las dosis efectivas más bajas posibles y durante un tiempo no superior a la duración de la fase aguda de dolor (10).
Respecto al dolor crónico recomienda aprovechar al máximo todas las terapias no opioides disponibles, e iniciar el tratamiento con opioides solo después de valorar que los beneficios superan los riesgos, con la menor dosis efectiva, reevaluando cuidadosamente el seguimiento del tratamiento y evitando incrementos de dosis que lleguen a invertir la relación beneficio/riesgo.
Las nuevas recomendaciones de la guía 2022 enfatizan principalmente dos aspectos. El primero, sobre cómo y cuándo reducir los opioides en pacientes que ya los están recibiendo: los clínicos deben medir los beneficios de continuar con la terapia y los inconvenientes de suspenderla, teniendo en cuenta que no se deben suprimir bruscamente ni reducirlos de forma rápida. En tratamientos superiores a un año, se recomienda rebajar la dosis un 10 % cada mes, o incluso más lentamente si el paciente no lo tolera, insistiendo en la empatía del clínico para apoyar y acompañar al paciente en un proceso que puede resultar complicado al modificar las funciones y, en ocasiones, las estructuras celulares. Finalmente, el segundo aspecto a remarcar es que la decisión de suspender los opioides debe ser tomada conjuntamente entre médico y paciente (10,11).
Como conclusiones podemos decir:
Correspondencia: Alicia Alonso Cardaño
aalonsocar@saludcastillayleon.es
BIBLIOGRAFÍA